
Isabel Ferraz Silva, Territorial Director Valladolid – Burgos – Palencia. at MAPFRE, is currently studying an executive program powered by Headspring – that joint venture formerly known as FT | IE Corporate Learning Alliance.
Have you ever stopped to think what it really means to be happy? Surely you have been all your life being or trying to be happy, but exactly what is happiness? And, most importantly, what does it mean to you? And what makes you happy?
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¿Te has detenido alguna vez a pensar qué significa realmente ser feliz?, seguramente llevas toda tu vida siendo o intentando ser feliz, pero con exactitud ¿qué es la felicidad? Y, lo más importante, ¿qué significa para ti? y ¿qué te aporta ser feliz?
Desde la antigua Grecia, los filósofos han intentado desenmarañar qué es y cómo se logra ese estado de dicha que identificamos como felicidad, algunos consideraron que la felicidad residía en la autorrealización del ser humano y era el resultado de una vida virtuosa, otros abogaban por el conformismo, otros por nuestra capacidad de adaptarnos a la realidad, dirían también que la felicidad es una decisión consciente o una percepción, parece que el amor a la sabiduría no logró ponerlos de acuerdo, de hecho, sería apropiado afirmar que hay tantas formas de entender la felicidad como filósofos y, más aún, hay tantas formas de apreciarla como seres humanos, no en vano Protágoras decía: el hombre es la medida de todas las cosas.
También se ha discutido largamente –seguimos haciéndolo-, sobre hasta qué punto los bienes materiales, lo ajeno, nuestro entorno y la suerte influyen en nuestra felicidad. Y, en esta última hacedora de bienes, me quiero detener ¿Será la suerte la responsable de la felicidad?…
Los romanos levantaron templos a Felicitas, la diosa de la buena suerte, felicitas era un don otorgado por los dioses al pueblo, se requería y solicitaba para las victorias militares por lo que ejércitos, generales y emperadores se autoproclamaron con el sobrenombre de felix, afortunado –aquel que la divinidad elige como predilecto-.
Necesitaremos viajar a Oriente para encontrar una firme oposición a esa constante búsqueda occidental de la felicidad en los bienes materiales o en aquello que nos ajeno –como la suerte-. El pensamiento oriental se funda en el principio de una felicidad que reside en el interior y en el presente; nos insta a buscarla dentro de nosotros mismos, a salir de la penumbra del pasado y a no focalizarnos en un futuro incierto en el que la felicidad dependa del cumplimiento de metas o sueños, nos plantean quedarnos con el hoy aceptando el presente.
Aceptar –en su acepción más generosa-, parece ser un ejercicio exitoso cuando buscamos la felicidad; los modernos practican el mindfulness con la idea de alcanzar ese estado desde la meditación y, la psicología tradicional, ha intentado que aceptáramos nuestras limitaciones en pos de mejorar nuestra percepción de la felicidad y reducir el estrés.
A finales de los 90, de la mano de Martin Seligman, llegó la psicología positiva y sus claves para alcanzar el bienestar, nos dirá: rodéate de buenas vibraciones; focalízate en las emociones positivas; comprométete y busca un fin más alto que tú mismo; pero también nos incitará a buscar el logro, mejorando nuestra percepción de los éxitos pasados y estableciendo metas que contribuyan a desarrollar nuestras habilidades y competencias para alcanzarlo.
Y podríamos seguir, porque la búsqueda de la felicidad ha movido al ser humano a través de su evolución, aunque, para algunos, el resultado sea discutible. Hay quien dice que no estamos programados para ser felices, que no puede haber felicidad permanente, que es la tristeza y la insatisfacción la que nos hace humanos y nos hace avanzar, incluso que, la búsqueda incesante de la felicidad nos produce tal desazón que puede desequilibrarnos psicológicamente.
La felicidad es abstracta, como decía al inicio, cada ser humano tiene su propia definición del concepto por lo tanto eres libre de elegir si quieres que te acompañe en tu camino.
Yo hace muchos años que decidí meterla en mi mochila, no me hizo falta emprender un largo camino en su búsqueda, ni necesité meditar en el Tíbet –con todos mis respetos para quien emprenda un viaje tan enriquecedor– yo la encontré en las cosas cotidianas, en los pequeños detalles y en la pérdida, esa que te zarandea alguna vez en la vida y que te hace aferrarte y valorar lo que tienes y lo que eres.
Pero cuidado, la felicidad no consiste en sentarse a comer perdices y ver cómo termina el cuento, la felicidad no te exime de las dificultades, ni de los días que te gustaría borrar del calendario, pero favorece un enfoque más amplio de cada situación acercándote a la búsqueda de soluciones; la felicidad no es mirarte el ombligo, ni renunciar a tus retos y a la búsqueda del éxito, es justo al contrario, porque es una actitud que mejora tu disposición a asumir dificultades, que te impulsa a ir más allá porque te ayuda a disfrutar del camino, que te da energía para ser más constante –no serás incansable, pero te cansarás menos– y te permite estar más predispuesto a realizar los cambios que te acerquen a tus objetivos; las personas felices no tienen una salud de hierro, ni son ajenas al dolor, ni a la pérdida, pero no ven el fin del mundo a la vuelta de la esquina, tienen más recursos internos y aprenden a sacar ventaja.
Abderrahman III, califa de al-Andalus durante cincuenta años, nació con todo de serie y tuvo el mundo en sus manos, admitió haber sido feliz sólo catorce días –no consecutivos– a lo largo de su vida. Es admirable que llevara la cuenta de los días de pura y auténtica felicidad propia, pero podría haber llevado la cuenta de las personas a las que ayudó a ser más felices en sus más de setenta años de vida porque lo que hace imprescindible la felicidad en nuestra vida es el impacto que tiene sobre los demás.
Como cualquier otro sentimiento, la felicidad es contagiosa, no se practica en el gimnasio a solas y en horario de tarde, al contrario, está presente en todos los ámbitos de tu vida y, si es indiscutible el beneficio que aporta en nuestra vida personal y familiar, donde se hace imprescindible es en el trabajo. ¿Has tenido la oportunidad de trabajar con personas felices?, es una de las mejores experiencias que se pueden tener en el entorno laboral y, si es así, ¿por qué no empezar por uno mismo? Recuerda que es contagioso.
Los equipos en los que predominan las personas que hacen lo que les gusta –y nos gusta todo aquello que nos hace felices– muestran mejor rendimiento, se comunican mejor y son más capaces de encontrar soluciones a los retos que se les plantean. Deberíamos dejar de contar nuestros días felices, como Abderramán III, y empezar a trabajar seriamente en entornos laborales que promuevan la felicidad.
No es fácil, la felicidad es un hábito que hay que cultivar todos los días, prueba a ser más consciente de tus ¡buenos días!, a dar las gracias más a menudo, a pedir disculpas cuando sea necesario, a ser más comprensivo, a compartir, a comunicar mejor, a no ir por la vida como si fueras la única persona que tiene prisa por hacer cosas importantes y convierte en un hábito aquello que siempre te ha hecho feliz, en mi caso, cocinar para la gente que quiero, madrugar y desayunar en silencio, cantar a voz en grito en el coche como si no hubiera un mañana…
Como decía nuestro querido Eduard Punset: La felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad.